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EducaciónSalud

Las vacunas no son una opción, la vida de las familias con niños pequeños.

El presidente estadounidense, Joe Biden, ha calificado el actual rebrote de coronavirus como una “pandemia de los no vacunados”.

No obstante, a medida que Estados Unidos afronta su peor momento de la pandemia desde el invierno, existe un grupo de 48 millones de personas que no tienen la opción de recibir una vacuna: los niños menores de 12 años.

Debido a que todavía no se autoriza ninguna vacuna para los niños pequeños, lo cual podría continuar así durante algún tiempo, sus familiares están en una posición particularmente difícil ante el comienzo de este ciclo escolar.

“Esperar por una vacuna para los menores de 12 años ha comenzado a sentirse como esperando a Godot”, dijo Dana Gilbert, de 49 años, quien vive en Minneapolis.

Su hijo de 11 años nació prematuro y tiene necesidades especiales; además, un médico familiar recomendó que el menor no regresara a las clases presenciales hasta que una vacuna estuviera disponible.

Ella tenía la esperanza de que eso ya habría ocurrido para este momento. En cambio, tiene problemas para encontrar un maestro privado.

Su plan es esperar a que pase el tiempo: mantenerlo en casa hasta que una vacuna sea autorizada para uso de emergencia o hasta que cumpla 12 años el próximo año, lo que ocurra primero.

Las encuestas muestran que un número considerable de padres no tienen la intención de vacunar a sus hijos incluso cuando las inoculaciones estén disponibles. La Fundación de la Familia Kaiser descubrió que entre el 25 y el 30 por ciento de los padres con niños más pequeños “definitivamente no” los vacunarían. Una encuesta de Gallup encontró que el 46 por ciento no planea hacerlo.

No obstante, millones de familias están en un limbo exasperante, mientras esperan una vacuna a medida que la variante delta produce un aumento de casos nuevos, incluso en niños.

El calendario para una vacuna para niños menores de 12 años (que inicialmente se esperaba para este otoño) parece haberse desacelerado conforme funcionarios consideran la seguridad, efectividad y dosis. Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas de Estados Unidos, indicó hace poco que una vacuna podría estar disponible para niños pequeños “probablemente para entre mediados o finales del otoño y principios del invierno”. Se espera que primero haya inmunizaciones para niños cuya edad oscile entre los 5 y los 11 años; los niños de 6 meses en adelante es posible que tengan que esperar más tiempo.

En entrevistas, muchos padres de niños menores de 12 años describieron sentirse cada vez más desesperados, enojados y arrinconados, pues deben mandar de mala gana a sus hijos a los salones de clases este otoño (o recurrir a acciones drásticas para mantenerlos a salvo).

Otros están menos preocupados, pero igual de frustrados mientras comienzan otro ciclo escolar marcado por reglas pandémicas. En algunos casos, los lineamientos se aplican de manera más estricta a niños pequeños que aún no cumplen con los requisitos para vacunarse.Alexandra Simbaña y su esposo, Dan Leistikow, con su hija de 9 años, Natalie Rose Leistikow, en Ramsey, Minnesota, el 30 de agosto de 2021. (Jenn Ackerman/The New York Times)©

“Se siente como que no hay ninguna buena opción en este momento”, dijo Adina Ellis, de 45 años, quien dio vueltas en la cama durante horas porque no podía dormir la noche previa al regreso a clases esta semana en Washington D. C., atormentada por la indecisión sobre enviar o no a su hijo de 6 años, Cassius.

El año pasado Ellis perdió a su padre debido a la COVID-19 y formó parte del grupo de padres de familia que pedían al alcalde que permitiera la enseñanza remota. Sin embargo, como otras grandes ciudades, este año Washington obliga a que casi todos los estudiantes asistan de manera presencial.

El primer día de escuela, Ellis se levantó antes del amanecer, se sentó en el porche en la fachada de su casa con su esposo y tomó una “decisión previa al partido”, dijo, llevar a su hijo a la escuela. Cuando lo vio subir los escalones cargando una mochila de Hot Wheels, parte de ella se resignó a la posibilidad de que él pudiera contagiarse.

“Ese pensamiento me perseguirá durante todo el tiempo que vaya a la escuela sin estar vacunado”, mencionó.

Los datos sobre casos de coronavirus en niños son imprecisos, pero, según la mayoría de los recuentos, la enfermedad grave ha sido poco común.

Durante la pandemia, menos de 2 de cada 100 casos de COVID-19 en niños han resultado en hospitalización y menos de 3 en cada 10,000 casos han terminado en muerte, según datos a nivel estatal analizados por la Academia Estadounidense de Pediatría. Debido a que muchos casos asintomáticos en niños tal vez pasaron sin ser detectados, el riesgo podría ser menor.

No obstante, la variante delta ha sumado un nuevo problema que todavía no se entiende por completo.

Más niños están enfermando ahora de casos graves a medida que los hospitales se saturan con pacientes de coronavirus, en su mayoría sin vacunar. La delta es casi el doble de infecciosa que el virus original, lo que lleva a más infecciones en general, y los investigadores buscan entender si también es o no más grave. Un estudio reciente descubrió que es más probable que la delta cause hospitalizaciones. Algunos niños también han desarrollado casos prolongados y debilitantes de COVID, incluso después de infecciones que al principio fueron leves o asintomáticas.

Esa incertidumbre ha hecho que los padres tengan que hacer sus propios cálculos de

riesgo, por lo que, con frecuencia, llegan a conclusiones muy diferentes.

Mike Mulder, de 41 años, está más preocupado por el riesgo de sus hijos debido a la vacuna que por la COVID-19.

“A mucha gente le gusta considerar a personas como nosotros como antivacunas, pero no lo somos”, dijo Mulder, quien vive en el condado de San Luis Obispo, en California, y es parte de un grupo de padres de familia que promovió la enseñanza presencial y la libertad de no portar mascarillas durante la pandemia.

Dijo que había vacunado a sus seis hijos por otras enfermedades, pero que todavía no estaba listo para hacerlo para el coronavirus debido a la falta de estudios a largo plazo.

“Solo estamos preocupados, como muchas otras personas, de que son tan nuevas”, indicó.

Hasta el momento, 450 niños han muerto de COVID-19, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), entre las más de 640.000 personas que han fallecido en Estados Unidos.

Alexandra Simbaña contempla esos mismos riesgos y tiene miedo.

“Cuando la gente dice: ‘Oh, un pequeño porcentaje de niños se enfermerá mortalmente’, eso no es reconfortante cuando has ido al lado oscuro de la Luna”, dijo Simbaña, de 42 años, quien vive en Washington D. C. y fue hospitalizada por COVID-19 el año pasado y todavía sufre problemas de salud.

Decidió que su hija de 9 años se quedaría en casa esta semana en vez de enviarla a la escuela.

“No, ese uno por ciento podría ser mi hija”, expresó.

Además, existe esa simple practicidad que a menudo lo decide todo: el cuidado infantil.

“Si tuviera una opción y pudiera dejarlos en casa y pagar las cuentas y alimentarlos, no lo pensaría dos veces”, dijo Isis Spann, de 32 años, quien vive en Moncks Corner, Carolina del Sur, y es una asesora educativa que trabaja con familias para dar clases a niños de primaria en casa. “Pero simplemente no funciona de esa manera para nuestra dinámica familiar”.

Con precaución, manda a sus cuatro hijos a tomar clases presenciales este otoño.

La falta de una vacuna para los niños pequeños también ha ayudado a generar ansiedad sobre el uso de cubrebocas.

En Texas, donde está prohibido hacer obligatorio el uso de mascarillas en las escuelas, Jason Helms, de 39 años, quien vive en Fort Worth, dijo que se angustió el primer día de escuela cuando vio que la maestra de su hija de 6 años no usaba cubrebocas.

“Fuimos a casa, nos acostamos en el piso y lloramos”, dijo Helms.

Le preocupaba en particular exponer a su hija de 3 años, quien es vulnerable a problemas respiratorios.

Su familia sintió que tenía pocas opciones, excepto mudarse.

Su esposa, Meaghan Helms, llevó a los niños a vivir con los padres de ella en Carolina del Norte, donde la familia cree que tendrían mayor acceso a camas en hospitales infantiles y donde se requiere que su hija de 6 años porte una mascarilla para asistir a la escuela. Jason Helms permanece en Fort Worth debido a su trabajo.

Funcionarios federales enfrentan cada vez mayor presión para acelerar la autorización de uso de emergencia de una vacuna, también de parte de la Academia Estadounidense de Pediatría, que ha exhortado a la autorización “tan pronto como sea posible”.

Tera Long, de 39 años, de Sallisaw, Oklahoma, estaba tan preocupada sobre la prohibición de su estado a la obligatoriedad de usar cubrebocas que el segundo día de escuela inscribió a su hija, de 10 años, en el ensayo clínico de una vacuna.

“Estoy lista”, dijo.

Dos fabricantes de vacunas contra la COVID-19, Pfizer-BioNTech y Moderna, expandieron de manera reciente el tamaño de sus estudios en niños cuya edad oscila entre los 5 y los 11 años, una medida precautoria que tiene la intención de detectar efectos secundarios poco comunes, incluyendo problemas de inflamación cardiaca.

Pfizer ha dicho que tal vez les sería posible enviar datos a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) este mes, pero cualquier cronología para la autorización es incierta.

 Vía: Sarah Mervosh de The New York Times.